Álbum: Sin Bandera
Música: Sin Bandera
Año: 2001
Evidentemente no toda la letra aplica a la escena que quiero revivir: la llamada de Pedro… desde su punto de vista. Pero algunos versos sí aplican y nos pueden ayudar a imaginarnos la escena.
Piensa en san Pedro: de repente un tal Jesús cura milagrosamente a su suegra de una fiebre. Luego ese mismo sujeto le pide subir a su barca para poder predicar mejor a un gentío que le escucha. Termina de hablar y le pide que vuelva a echar sus redes para pescar, a pesar de haber tenido una noche seca. Lo hace y las redes están a reventar de peces.
“Cuando lo vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: —Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador. Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos estaban con él” (san Lucas 5).
Y aquí es cuando entra la canción: Aún ni siquiera te tengo y ya tengo miedo de perderte, amor. Qué rápido se me ha clavado, que dentro todo este dolor. Es poco lo que te conozco y ya pongo todo el juego a tu favor. No tengo miedo de apostarte… perderte sí me da pavor.
San Pedro se arroja a los pies de Jesús y le pide que se aparte de él, pero por otro lado, seguro le abraza los pies como para impedir que le haga caso. San Pedro acaba de descubrir la perla más preciosa y no piensa perderla. Se olvida de las redes llenas de peces y apuesta todo a Jesús, aunque lo conozca poco. Todavía no lo ha llamado —aún ni si quiera te tengo— y ya tengo miedo de perderte.
¡Qué rápido se me ha clavado! A nosotros, que hemos leído muchas veces la vida de Jesús, quizá esto ya no nos sorprenda. Hemos visto cómo Jesús se mete en la vida de los personajes sin mucha ceremonia, siempre y cuando le dejen entrar (ojo al joven rico, que cerró su corazón). San Pedro lo dejó entrar de lleno: porque te vi venir y no dudé. Te vi llegar y te abracé. Y puse toda mi pasión para que te quedaras.
Qué padre ejemplo nos da san Pedro. “Jesús le dijo a Simón: —No temas; desde ahora serán hombres los que pescarás. Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron” (san Lucas 5).
Es poco lo que te conozco y ya pongo todo el juego a tu favor. No tengo miedo de apostarte… perderte sí me da pavor.
San Pedro tiene las cosas claras. Aunque conozca poco a Jesús, tiene suficientes datos como para apostarle todo a su favor. Ha visto milagros, ha escuchado —al menos esa mañana— el mensaje del Señor y ha recibido una llamada: “síganme y los haré pescadores de hombres” (san Mateo 4,19). ¿Qué más hace falta saber como para dejarlo todo y seguir a Cristo?
Ahora San Pedro se ha vuelto el “líder” de los apóstoles. Han pasado algunos años y Jesús les pregunta: “ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Tal vez un momento incómodo antes de que san Pedro se lanzara —me arriesgué con la verdad—: “tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (san Mateo 16). Y Jesús se lo confirma. Con eso, quizá las últimas dudas que tenía San Pedro desaparecen: al fin abrí mi corazón para que tú pasaras. Mi amor te di sin condición para que te quedaras. San Pedro pone la vida entera al servicio de Jesús y hasta presume estar dispuesto a morir por Él. Spoiler alert: no lo logra y traiciona a Jesús.
Es Jesús el que ahora ha muerto. ¿Qué pasa por la cabeza de san Pedro? Ahora esperaré algunos días para ver si lo que te di fue suficiente… le dio todo su amor al Hijo de Dios vivo. ¿Realmente habrá sido el Mesías? ¿El hijo de Dios puede morir? ¿Dios puede morir? No sabes qué terror se siente, la espera cada madrugada… ¡han de haber sido 3 días eternos para san Pedro!
Si tú ya no quisieras volver, se perdería el sentido del amor por siempre. No entendería ya este mundo. Me alejaría de la gente. Si Jesús no hubiera resucitado se perdería el sentido del amor por siempre. Y sin el amor a Dios, la vida y el amor a los demás hombres también pierde mucho sentido: no entendería ya este mundo; me alejaría de la gente.
Pero Cristo —camino, verdad y vida— resucita. La verdadera vida existe y ahora conocemos el camino. Vuelve a imaginarte a san Pedro: días largos y tristes, sin mucha novedad. Lo llaman al sepulcro: está vacío. Se va a pescar y vuelve a ocurrir un milagro… pero está distraído y no reconoce la voz de su maestro. Es san Juan el que con una pista provoca su reacción: se lanza al agua con tal de llegar rápido a donde está Jesús, porque te vi venir y no dudé. Te vi llegar y te abracé. ¡Qué largo abrazo se habrán dado! Con lágrimas, risas y todo. Ese día, también san Pedro volvió a la vida.
Curiosamente, esta canción termina con la triple repetición de la frase: mi amor te di sin condición para que te quedaras. Tres veces, como para que no quepan dudas. Y así termina también la historia de san Pedro: tres veces le pide Jesús que confirme su amor.
“—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Pedro se entristeció porque le preguntó por tercera vez: «¿Me quieres?», y le respondió: —Señor, tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero.” (san Juan 21)
Tres veces lo negó y tres veces lo confirmó, san Pedro. Tres veces nos anima esta canción a decírselo también a Jesús: mi amor te di sin condición para que te quedaras.
Déjale entrar. Abrázalo. Apuesta todo en su favor. Ten pavor de perderlo. Pon toda tu pasión para enamorarte de Cristo… y al fin abrí mi corazón para que tú pasaras.
Comments