Álbum: Sube
Música: Matisse
Año: 2015
¿Qué haces si te digo que te quiero?
Este es un punto clave en cualquier relación… y también pasa en el cristianismo. Ser cristiano se trata, sobre todas las cosas, de enamorarte de Dios. Cristo se hace hombre para facilitarnos el camino y que te atrevas a amar a un Dios que es personal y que tiene cara humana: primero de un humano bebé en Belén, después de adolescente en Nazaret, más adelante de adulto predicando en Jerusalén y finalmente de un hombre que ha muerto crucificado por amor a ti.
Poco a poco, se nos ha enseñado a vivir bien nuestra fe. Nos enseñaron a decirle cosas a Jesús después de comulgar, a cumplir los mandamientos, a pedirle cosas que nosotros u otros necesitan, a rezar en las noches, a leer un poco sobre su vida, a hacer oración… Y en la medida en que lo vas dejando, normalmente poco a poco, Jesús se ha ido metiendo en tu corazón. Te va preparando y enamorando para ese momento en el que te ve a los ojos y te pregunta: ¿qué haces si te digo que te quiero?
¡La hemos oído mil veces! Sabemos la respuesta: Señor, yo también te quiero. Pero Jesús te sigue mirando y tú ya no estás tranquilo. Te das cuenta —lo empiezas a sentir en el fondo de tu alma— de que sigue esperando una respuesta. Y como no respondes, Él sigue: ¿qué haces si te digo que te quiero? ¿Qué haces si te pido que encontremos un camino? Y a partir de ya, ser más que amigos.
Jesús no se conforma con que seas su “amigo”, ¡te quiere como apóstol! Y está dispuesto a enseñarte el camino. De hecho, hay miles de caminos… pero Él quiere que encontremos un camino juntos. El que te queda mejor a ti y que encaja mejor con lo que Él ha soñado para nosotros (sí: nosotros, porque tu vida afecta a todos los que te rodean). A veces le gustaría enseñarte el camino clarísimo y completo, pero sabe que eso nos asustaría… ¿Qué hago si no aguanto el sentimiento? ¿De contarle a todos mi secreto? ¿Y qué hace? Por un lado no se aguanta el sentimiento… y nos lo revela todo cuando se encarna. Pero por otro lado, nos lleva poco a poco… Te pide una cosa chiquita y luego otra un poco más exigente. Al mismo tiempo te ayuda a sentir una alegría inmensa cada vez que te superas a ti mismo.
Corazones partidos yo no los quiero, dice otra canción… Jesús se va metiendo en tu corazón y su objetivo es poseerlo por completo: Y ya no ser tu amigo, ser tu dueño. Suena súper posesivo… ¡y lo es! Los planteamientos que hace Jesús son radicales. Un ejemplo pequeñito: “Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. Quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. Quien encuentre su vida, la perderá; pero quien pierda por mí su vida, la encontrará.”
Jesús quiere ser dueño de tu corazón, eso es lo que persigue con toda la ilusión de quien está enamorado. Y está dispuesto a todo por convencernos de entregárselo libremente… ¿Que por robarte un beso yo me muero? Y murió; en la cruz… por amor a ti. Ahora sí: ¿qué haces si te dice que te quiere?
En la fe cristiana que nos enseñaron desde niños nos recuerdan que el primer mandamiento —y el más importante— es amar a Dios sobre todas las cosas. Solo amando a Dios el hombre alcanza su felicidad más alta… Solo es conmigo, conmigo el camino, que debes tú tomar. Sé que yo te puedo enamorar. Solo es contigo, contigo que pido, toda una eternidad. Te ruego solo una oportunidad…
Él sabe cómo hacerte feliz. Es más, es el que mejor sabe hacerte feliz y el único que realmente puede —tiene la capacidad para y no sólo el deseo de— llenar tu corazón. Sé que yo te puedo enamorar… ¿por qué nos resistimos? ¿Por qué no nos dejamos querer más por Dios? Dios quiere estar con nosotros toda una eternidad… y nos ruega solo una oportunidad. ¿Y si se la das? ¿Y si le dejas entrar y tomar posesión de tu corazón? ¿Y si quitas esas barreras defensivas que has levantado como para no sentirte vulnerable o expuesto?
Dios sigue cantando: Y ya no sé qué hacer, me desespero. Cuando estás con alguien y te veo, sabiendo hasta los huesos, que yo debo ser tu complemento… Quizá a Dios le gustaría que respondiéramos antes, que nos rindiéramos antes, pero Él no se rinde. Sabe que nuestra felicidad depende de Él y no hay nada en el mundo que pueda impedirle quererte… excepto tú mismo. No tus defectos, errores, estatus, dinero, relaciones, aficiones… tú. Abrir y entregar tu corazón depende de ti.
Escucha a Dios, que canta bajito en el fondo de tu conciencia: Solo es conmigo, conmigo el camino que debes tú tomar. Sé que yo te puedo enamorar. Solo es contigo, contigo que pido, toda una eternidad. Te ruego solo una oportunidad… Y vuelve a pensar: ¿qué haces si te dice que te quiere?
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