Álbum: Con cierto aire a ti Música: Fernando Delgadillo Año: 1992
Y hoy hace un buen día para hablar de los que están aquí, trazando a diario el bienestar de todo aquél que vendrá.
Realmente siempre es un buen día para hablar de los que luchan por la paz y la felicidad de las personas. Tantas personas en el presente… ¡y tantas en el pasado! ¿Cuántas personas han contribuido —quizá sin saberlo— a nuestra felicidad?
Nos debería de pasar lo mismo al pensar en la Iglesia: ¿cuántas personas han cuidado y transmitido su fe para que yo pueda tenerla? ¿Cuánta gente ha dado su vida para que yo pueda profesar mi fe sin miedo a morir? ¿Cuántos han dedicado su vida a estudiar y profundizar en los misterios de la fe para que yo pueda entenderla un poco mejor?
En esta tierra he visto mi primera luz. He visto —y veo— luz, tierra firme y vasto cielo. Todo mi entorno está entendido en el amor. ¡Eso es la Iglesia! Es luz que nos guía en la oscuridad y en la incertidumbre, es tierra firme y cimientos sólidos donde podemos apoyarnos con confianza… y es el amor el que le da sentido a todo. Es el amor el mandamiento más importante que la Iglesia protege y promueve. Sin amor, ninguna enseñanza de la Iglesia tendría sentido. Con amor, vale la pena vivirlas todas. Pero ese amor no es invento de la Iglesia…
Todo mi entorno está entendido en el amor… que nos tuvieron los que fueron hace tiempo.
El amor que Jesús nos tiene… se transmite. Es Cristo el que dio la vida por nosotros y es Él mismo el que vive en la a Eucaristía, vivificando a todos los cristianos hasta nuestros tiempos. Son muchos cristianos los que han transmitido con fidelidad las enseñanzas de Cristo y gracias a ellos sabemos que Dios nos ha amado primero. Porque así se ha venido haciendo con los años, que transcurren y se van. Piensa en todos los que vinieron antes… ¡y piensa en los que vendrán! ¡Cuánta gente necesita tu fidelidad a la luz de Cristo!
En esta tierra, en donde puedo caminar bajo la dirección que le ponga a mis pasos…
¡Qué maravilla es la libertad! Es un don de Dios que demuestra su amor y su confianza. Y es el don que nos permite amarle de vuelta. Es un don personal e irrenunciable: todos somos libres. ¿Cómo quieres usar tu libertad? ¿Quieres hacer el bien o el mal? ¿Amar a Dios sobre todas las cosas… o no? Tú decides.
Y si miramos hacia atrás, donde fuimos a empezar, y encontramos los antiguos que formaron un lugar. Pero un buen día se marcharon y aprendimos a decir: grandes fueron los viajeros que cruzaron por aquí.
Nos ayuda muchísimo ver la fidelidad de la Iglesia a través de los años. Nos emociona ver el amor de los santos. Nos motiva conocer la dignidad del que trabaja para ver crecer los suyos; del que se esfuerza superar su condición, aun a pesar de cruzar tiempos de infortunio.
¡Los santos no nacieron perfectos! Tampoco murieron siendo perfectos… pero vivieron luchando… por amor y para el Amor. Y hablar de amor es bueno cuando se es sincero… y más cuando es el Amor más sincero, el más verdadero, el más grande, el más perfecto… No se nos pide perfección, se nos exige lucha. Y no es una lucha de soldado a secas, sino de soldado enamorado. Lo que provoca la acción valiente del soldado no es el grito del general sino el compromiso con el ideal: el amor a la causa. Lo que distingue a los cristianos no es la fuerza de voluntad sino la del amor —que es tan fuerte que mueve a la voluntad—. Lo que ha llevado a tantos santos al martirio es el amor: grandes fueron los viajeros que cruzaron por aquí.
¿Se podrá hablar así de nosotros? En quinientos años, ¿seremos recordados como gente que supo querer a Dios y a los demás con todas sus fuerzas?
Y si ellos miran hacia atrás, de lo que les toca empezar, y nos hallan a nosotros que formamos un lugar. Que un buen día nos marcharemos… y tal vez podrán decir: grandes fueron los viajeros que cruzaron por aquí.
¡Qué bueno es recordar a los viajeros del pasado para comprometernos con los del presente y soñar con los del futuro!
Comentários